
Las pagodas tienen su origen en las estupas de la India. Las estupas fueron edificios construidos con fines religiosos, para contener las reliquias de Buda. Las pagodas llegaron a Japón de la mano con el budismo en el año 552. Con el tiempo, el diseño de la pagoda sufrió transformaciones. Y se ha convertido en una obra maestra de ingeniería civil de la humanidad.
Las pagodas representan mejor que ningún otro símbolo de Japón el espíritu de resistencia frente a los terremotos. En siglos de historia no existe registro alguno de que estas misteriosas torres sagradas hayan sucumbido a la fuerza desatada por la madre tierra. Su diseño inteligente y su aspecto elegante son un motivo de orgullo e inspiración para los arquitectos japoneses.
El tamaño y la forma se modificaron ya que mientras en China las pagodas eran estructuras de forma octogonal, con grandes dimensiones y cierta funcionalidad, con escaleras en su interior que permitían ascender hasta la última planta para observar desde cierta altura; en Japón las pagodas pasaron a tener forma cuadrada y el tamaño de la planta se vio reducida, de manera que el edificio pasó a convertirse en una torre sin más funcionalidad que la artística. Cada una de las plantas representa uno de los elementos de la cosmogonía japonesa clásica: tierra, agua, madera, viento y cielo.
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