Cuando pensamos en un sismo, imaginamos temblores fuertes, edificios sacudiéndose y alarmas sonando. Sin embargo, existe un tipo de sismo que no se siente y ocurre de manera tan lenta que apenas es reconocido por instrumentos y tienen una duración de semanas a meses: los sismos silenciosos o «sismos lentos». Este fenómeno, aunque menos conocido, es muy interesante y ocurre en regiones sísmicamente activas como México.
Un sismo silencioso o lento es un tipo de movimiento de las placas tectónicas que sucede de forma tan gradual que no genera los temblores bruscos asociados con los terremotos tradicionales. Mientras que un sismo común puede durar solo unos segundos o minutos, un sismo lento puede extenderse durante días, semanas o incluso meses. Este tipo de sismo libera energía lentamente, por lo que no causa daños ni se percibe por las personas.
En el caso de México, los sismos silenciosos suelen ocurrir en la zona de subducción, donde la placa de Cocos se desliza lentamente por debajo de la placa de Norteamérica. Este movimiento produce una liberación de energía que no es lo suficientemente rápida como para provocar un temblor fuerte.
Muchos científicos han detectado estos eventos usando instrumentos muy sensibles que miden los pequeños movimientos de la tierra.
En México, especialmente en el estado de Guerrero y otras zonas del Pacífico, los sismos silenciosos han sido detectados con regularidad desde los años 90. Es precisamente en esta zona en la que el Sistema de Alerta Sísmica Mexicano (SASMEX) tiene instrumentados 96 sensores que monitorean la actividad sísmica en los estados de Jalisco, Colima, Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Puebla.
Aunque no son peligrosos por sí mismos, los sismos lentos son importantes porque pueden indicar un aumento o decremento en la presión entre las placas tectónicas. Por ello, estudiar estos movimientos ayuda a los científicos a entender mejor la dinámica de las placas tectónicas y a prever posibles eventos sísmicos peligrosos.
